VENG alista el VLE para 2024, el primer hito en un camino prometedor para lanzadores de industria local
La firma es el brazo ejecutor de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) argentina. El diseño y fabricación se divide en tres partes: segmento de vuelo, tierra, y servicios de operaciones. Cada etapa tiene un ciclo de vida, que empieza con estudio de conceptos, le sigue el ensamblaje, la integración y los testeos. Mientras tanto, avanza un emprendimiento privado, a cargo de LIA Aerospace, para lanzar satélites de órbita baja.
La sigla “VENG” alude a “Vehículo Espacial Nueva Generación”. Esta compañía estatal, controlada por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), es su brazo ejecutor para iniciativas como los satélites de observación Saocom 1A y 1B (este último lanzado a fin de agosto por Space X desde Cabo Cañaveral) y los varios demostradores tecnológicos de lanzadores desarrollados en los últimos años. El primer hito con capacidad de satelizar será el VLE, hacia 2024, y el Tronador III, dos años después.
En el marco del programa ISCUL (Inyector Satelital de Cargas Útiles Livianas), un equipo de más de 130 personas de VENG está dedicado a la construcción de los lanzadores satelitales, así como el desarrollo de la base y los servicios de lanzamiento en el Centro Espacial Manuel Belgrano, ubicado en Coronel Rosales, cerca de Bahía Blanca. Según detalló a Convergencia Pablo Hollar, gerente de Acceso al Espacio en VENG, el VLE, de 20 toneladas, y el Tronador III, de 90 toneladas, se destinarán al lanzamiento de satélites para órbita baja, en el rango de 300 a 700 km de distancia de la Tierra.
“El gran desafío de construir un lanzador es llegar a una velocidad determinada. Para generarla, hay que hacer motores complejos con eficiencia de masa muy alta; y que el 90% del peso del lanzador sea combustible o propelente, y el restante,10%, estructura, electrónica, etc. Por eso es muy complejo el diseño de un lanzador. Además, como la tecnología no es transferible entre empresas o países, se suma el reto de generar esas eficiencias con desarrollo local”, destacó Hollar.
El diseño y fabricación se divide en tres partes: segmento de vuelo, tierra, y servicios de operaciones. Cada etapa tiene un ciclo de vida, que empieza con estudio de conceptos, le sigue el ensamblaje, la integración y los testeos (ver gráficos aparte). En los últimos años, VENG encaró misiones experimentales con vehículos más pequeños (Vex1-A y Vex-1 B en 2014, y Vex5-A en 2017): como parte de una actividad de alto riesgo tecnológico, el Vex1-A tuvo una falla en el despegue; el Vex1-B logró completar la misión y validar las tecnologías; y el Vex-5 cumplió su misión en un 70% por una falla de apagado de motor.
Ahora se están desarrollando los sistemas, incluyendo la ingeniería y fabricación, y se trabaja para los ensayos del VLE, además de las tareas para la operación del segmento de tierra de este primer lanzador. Todo esto, como precisó Hollar, se realiza en las distintas sedes de VENG en el país: la de Córdoba se aboca a fabricaciones, propulsión y aviónica; la de CABA, a estructuras, mecánica, aerodinámica y térmica; la de Villa Elisa, a electrónica; la de Pipinas, a fabricaciones; la de Bahía Blanca, a la base de lanzamiento; y la de Tolhuin, a las antenas.
El emprendimiento de LIA Aerospace. LIA Aerospace se fundó hace un año, con 100% capitales argentinos, y hoy opera con 14 empleados. Apunta a dar servicios de punta para satélites de hasta 200 kg, aprovechando el cuello de botella que experimentan hoy las grandes compañías lanzadoras, por el boom de constelaciones para órbita baja.
Federico Brito, COO de la empresa, confió a Convergencialatina que para validar la tecnología, es necesario superar cuatro etapas de desarrollo. Actualmente finalizan la inicial, que consiste en la creación de un cohete llamado “Zonda”, capaz de alcanzar 20 km de altitud de vuelo para probar distintos aspectos: apagado y purga en vuelo, telemetría, rampa de lanzamiento, sistema de carga remota, y comunicación con una computadora en Tierra, entre otros.
“Estimamos terminar este cohete en pocos meses y obtener los permisos necesarios de ANAC y de apertura de espacio de vuelo para testearlo. Este sería el único de los cohetes que vuelve con paracaídas”, detalló Brito.
La segunda etapa consiste en un equipo con el mismo diseño que el anterior, pero con facultad para desplegar, volar y regresar (LIA Aerospace se enfoca en dispositivos reutilizables). En tercer lugar, se hará un vuelo sub orbital y último un vuelo orbital en Leo, de carácter comercial. Esta cuarta instancia se estima para 2023 o 2024, aunque depende del financiamiento.
La inversión inicial asciende a US$ 100.000: un primer monto se destinó a la construcción de un banco de ensayo y dos sistemas de propulsión. El 80% del primer cohete Zonda está construido, y el motor logró lecturas de empuje de casi dos toneladas. La compañía también cuenta con una planta de combustible (el 90% del peso de un lanzador es combustible) y fabrica sus propios componentes, con expertos de electrónica, aviónica, simulación, cálculo orbital y transferencia de calor.